Sonrisas gratis - Las hormigas son mis amigas


Estaba en una época de mi vida jodida. Me entró un trauma y decidí irme al extranjero una temporada. Ya sabéis lo que dicen, a respirar nuevos aires. Y vaya si lo hice. No he estado nunca en una ciudad tan asfixiante y lúgubre como aquella. Menudo ojo tengo para elegir destino... En fin que, como era de esperar, los aires no eran el problema y encima el escenario había empeorado, por lo que yo seguía jodida.

Recuerdo de aquel día que estaba lloviendo (para variar) y que me sentía un poco ñoña (para variar de verdad). Creo que estaba empezando a darme cuenta que el problema estaba en mí y no en mi entorno. Me sentía sola y cansada. Y para colmo, que él me llamase y se despidiese de mi vida de aquella forma tan abrupta hizo aquel día definitivamente memorable. He conseguido despistar a mi orgullo un momento para poder escribir aquí que lloré. Sí, lloré en medio de una calle abarrotada sin importarme una mierda nadie más que yo. Cuando se llega a ese estado en el que yo me encontraba se pierde la consciencia de tu alrededor y por tanto también la vergüenza.

Entonces una voz me habló:

  - Hola chica guapa. Creo que necesitas una canción para animarte.

Me giré hacia el origen de la voz. Era un vagabundo anciano sentado en el suelo. Llevaba una guitarra en las manos y tenía a su lado un perro dormitando no menos sucio que él. Me sonreía y me miraba como si fuese un cachorro abandonado. ¿De verdad le hacía sentir pena? ¿Yo a él?

  - ¿Cuál es tu canción favorita? -insistió el hombre.
  - Imagine -le contesté como una autómata.
  - También es la mía -y su sonrisa se ensanchó.

Empezó a tocarla. Su perro entonces levantó la cabeza y empezó a moverla al son lento de la música. Su voz era vulgar pero su sentimiento era extraordinario. No sé por qué lo hice pero me senté a su lado, en el suelo.

Desde aquella perspectiva me pareció ver el mundo desde fuera de él, viendo a desconocidos pasar con prisas por delante de mí. Sin aviso previo mi mente puso en funcionamiento una técnica que suelo aplicar en aquellos casos en que algún problema me supera: la Técnica de la Hormiga. 

Se trata simplemente de imaginarme que soy uno de estos insectos y que el mundo es un enorme hormiguero. A continuación visualizo el hormiguero desde arriba, como podría verlo cualquiera. Solo entonces entiendo que una insignificante hormiga no puede tener problemas graves, tiene patas para caminar y ojos para ver. Sus problemas son minúsculos y no le atañen los del resto del mundo. 

Me basta con rumiar mi problema con esa perspectiva para tranquilizarme. Ya no se acababa el mundo. Cuando volví al Mundo Real me di cuenta que ya había terminado la canción y que el anciano estaba mirándome. Me dispuse a sacar la cartera pero él me frenó.

  - No quiero dinero, quiero que sonrías.

Lo hice. Realmente me sentía mejor y era, en parte, gracias a él. Me dio lo que necesitaba, que era un poco de perspectiva real y de paso un poco de fe en la humanidad.

En aquel entonces, la razón por la cual aquel hombre me ayudó escapaba a mi entendimiento. Él veía cientos de personas pasar por delante suya todos los días y los más generosos como mucho le lanzaban unas monedas sin ni siquiera mirarlo. Sin embargo, me vio necesitada y me ayudó. Simplemente por el hecho de hacerlo, por lo bien que sienta. Ahora lo sé.

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